Los Evangelios dedican un espacio importante a los relatos de las curaciones de Jesús. «Tu fe te ha curado», dijo Jesús a muchas de las personas a las que trató, o, dicho de otro modo, «tu fe te ha ayudado, te ha curado, te ha salvado» (por ejemplo, Marcos 5:34).

¿Se establece aquí una relación directa entre la fe y la salud? Entonces, si dejamos nuestra vida en manos de Dios y le pedimos salud, hacemos oraciones de sanación, ¿podemos esperar que nos cure de una enfermedad física o mental?

El poder de las oraciones en la salud

En primer lugar, no debemos confundir las curaciones de Jesús con un bienestar corporal o mental absoluto. Las curaciones de Jesús deben entenderse en el contexto de su mensaje del reino. Jesús anunciaba la llegada del reino de Dios, que la gente de su tiempo esperaba ansiosamente. Cuando las personas viven en buenas relaciones entre sí, con Dios, consigo mismas y con la creación, el reino de Dios se hace realidad. Se produjeron grandes acontecimientos cuando este reino de paz y justicia se hizo realidad en torno a Jesús, y muchas personas, aunque no todas, fueron curadas.

Fe y sanación

Fe y sanación. Foto por José Manuel de Laá en Pixabay.

El reino de Dios se hizo «físico» a través de las curaciones de Jesús, pero fue mucho más que eso. Por muy vital y valiosa que sea la salud física y mental, Jesús se ocupaba de mucho más. Sus esfuerzos iban dirigidos a la «plenitud» en el sentido bíblico de shalom, es decir, a que los seres humanos lleguen a ser íntegros en todas sus relaciones. Esto significa que cuando las personas con discapacidades físicas viven en armonía consigo mismas, con Dios y con sus semejantes, están enteras, de hecho «sanas» en un sentido fundamental. Dietrich Rössler, médico y teólogo, lo describe así

«La salud es la capacidad de vivir con la enfermedad y la debilidad, no sólo la ausencia de ellas».

En segundo lugar, la sanación de Jesús se producían siempre en el contexto de una relación. Jesús se encontraba con todos a la altura de los ojos y los aceptaba a todos, incluso y especialmente en su físico. Las personas se transformaban, se levantaban y se curaban en una atmósfera de aceptación y admiración amorosa. Físicamente, algunos fueron curados, pero no todos; todos, sin embargo, sintieron un poder que emanaba de Jesús.

Estas observaciones llevan a la conclusión de que la curación, en el sentido bíblico-cristiano, implica algo más que el simple hecho de estar sano física o mentalmente. Nuestra religión y la curación de las enfermedades corporales y mentales no tienen una relación directa y «automática». La fe no puede utilizarse para conseguir resultados tangibles. Sin embargo, Dios está cerca de nosotros mientras estamos enfermos, y la fe y la oración tienen el poder de curarnos y mejorar nuestras vidas.

Las promesas de la fe cristiana que siguen pueden ayudarte a sanar

Dios está siempre a tu alrededor, incluso cuando estás enfermo. En la enfermedad, la presencia de Dios apoya, consuela y salva de la desesperación, y puede ayudar a disminuir o curar el dolor. Sin embargo, el modo en que Dios actúa en nuestra enfermedad debe seguir siendo un misterio.

Dios afirma y da significado a tu vida. La fe ayuda a distinguir entre lo penúltimo y lo definitivo. Su objetivo es hacernos creer que una vida sin salud plena y capacidad restringida no tiene sentido.
Dios te ama total y completamente. El amor de Dios no hay que «ganarlo», sino que es anterior a todos nuestros logros. Esta promesa tiene un efecto liberador en las personas que no han sido amadas muchas veces en su vida.

Sus pecados son perdonados por Dios. Para las personas con enfermedades mentales, por ejemplo, esta promesa puede ser útil cuando los sentimientos de culpa tras las malas acciones o incluso las emociones injustificadas de culpa perpetúan la condición. El perdón es a menudo un primer paso hacia la reconciliación con uno mismo y con los demás.

La oración, los servicios de culto, los rituales (como las bendiciones personales), la meditación, el estudio de la Biblia y el diálogo pastoral son formas de experimentar estas promesas. Tienen la capacidad de fortalecer, transformar y sanar a las personas de las diversas maneras mencionadas.